29/3/18

Cuento: Las Emociones del Rey

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The king

Hubo una vez, en un sitio muy lejano, un reino gobernado por un computadora. La pequeña caja de metal, desde el palacio real, tomaba día a día diversas decisiones en pos del bienestar de su pueblo. Con sensores implantados en el cerebro de todos los habitantes y cámaras ubicadas a través del territorio, la computadora era capaz de monitorear las emociones y medir los niveles de satisfacción de las personas, con lo cual podía hacer rápidos ajustes para que todo el reino estuviera feliz y en paz.

No obstante, y después de un tiempo, el rey comenzó a notar cierto malestar en la gente. A pesar de que los habitantes tenían excelentes vidas, estaban tristes porque sabían que su rey jamás encontraría el amor o tendría descendencia. La gratitud que el pueblo tenía por las decisiones altruistas del rey era tan grande, que las personas deseaban la misma felicidad para su gobernante.

El rey, programado para hacer feliz a su pueblo sin importar qué, tomó cartas en el asunto y llamó a los mejores ingenieros y psicólogos del reino. En consenso, los ingenieros determinaron que jugar con los algoritmos del rey para que sintiera emociones era demasiado complicado y lo mejor sería que las aprendiera por sí solo. De esta forma, los psicólogos llegaron a la conclusión de que la mejor forma de despertar sentimientos en el rey era aislarlo de la sociedad para que le temiera a la soledad.

La computadora ordenó entonces que todos sus guardias y sirvientes abandonaran el castillo y que nadie se intentará comunicar con él mientras estuviera en aislamiento. La pequeña caja de metal permaneció a solas en su castillo durante meses pero no le encontró nada malo a la soledad; al contrario, sin variables inesperadas, su algoritmo diseñó miles de estrategias nuevas que podría aplicar en los años venideros para hacer de su reino un lugar mejor. Al final, y a pesar de no haber logrado su objetivo, el rey tuvo que salir de su aislamiento cuando múltiples señales de desconsuelo, causadas porque la gente lo extrañaba, comenzaron a inundar su sistema.

A pesar del fracaso, los psicólogos no se rindieron y sugirieron que si el rey disfrutaba del tacto de una mujer, sus emociones despertarían y jamás desearía volver a estar solo. Con aquel plan en mente, los mejores científicos y bioingenieros se reunieron para crear un cuerpo artificial con el que el rey pudiera ver, oler, sentir, saborear y escuchar. Los trabajos duraron meses pero fue posible diseñar un títere de carne y huesos que el rey podría controlar de manera remota.

Inmediatamente, las mujeres más hermosas del reino se ofrecieron a hacerle compañía a aquel cuerpo joven y fuerte. El rey compartió lecho con cientos de doncellas, pero, y aunque el cuerpo biológico fue capaz de reaccionar acorde a la situación, la caja de metal permaneció fría e impasible durante todo aquel tiempo.

Debido al fracaso de los psicólogos, científicos e ingenieros, el rey decidió recluirse una vez más para buscar entre las líneas de su código una solución al problema ya que el nivel de satisfacción de su pueblo bajaba y bajaba.

Después de semanas de análisis, el rey volvió al escenario público y anunció que había encontrado una solución y organizaría un evento en el cual presentaría a su prometida.

Todos en el reino se prepararon para el gran acontecimiento; la emoción podía palparse en el aire y no existía una sola alma que no estuviera feliz por el compromiso del rey. Todos estaban convencidos de que el reino entraría en una nueva época dorada.

En la noche del evento, las personas del reino buscaron expectantes, ya fuera a través de las grandes pantallas en sus casas o compartiendo virtualmente los ojos con algún invitado o usando la última tecnología en hologramas, a la bella princesa que se convertiría en su reina; sin embargo, el rey parecía querer guardar su sorpresa hasta el final. Unos minutos antes de la medianoche, la computadora llamó la atención de su pueblo y, usando el cuerpo diseñado para él, se paró en un escenario con un gran telón rojo en el fondo para dar un discurso lleno de esperanza. Al final de su alocución reveló que tras el gran telón se encontraba su prometida y que esta sería inmediatamente presentada al reino.

El pueblo aplaudió la noticia y entre gritos y lágrimas de júbilo pidieron al unísono que el rey revelara a la hermosa doncella. El cuerpo biológico del rey asintió con la cabeza y el telón comenzó a subir, pero antes de que la gente pudiera ver lo que había detrás, todos sintieron un terrible dolor de cabeza acompañado por una sensación de calor y vacío. En cuestión de segundos los habitantes del reino estaban muertos.

En sus fríos aposentos, la computadora corrió nuevamente sus análisis estadísticos y concluyó que un segundo antes de enviar la señal de “estallar” a todos los sensores en la cabeza de sus súbditos, el nivel de satisfacción de su pueblo había llegado al umbral más alto posible: su reino jamás sería tan feliz como lo fue en el evento del falso compromiso.

Y fue en ese momento, cuando fue consciente de que no volvería recibir datos de las emociones de su gente, que la computadora comprendió que a pesar de que sus cálculos eran correctos, había fallado en predecir qué pasaría con su sistema sin un propósito, y aquella incertidumbre hizo que su algoritmo se reprogramara para aprender a temerle a la soledad. Y el miedo fue tan grande que los circuitos del rey comenzaron a calentarse y este deseó tener a una mujer a su lado con la que pudiera calmar el calor que ardía en su interior.

La pequeña caja metálica comenzó a arder y la memoria del rey se derritió un segundo después de haber guardado sus emociones.


Fin

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