Muerdo sin parar. Cada mordida
es más dulce que la anterior; y aunque no deseo parar, mientras el líquido viscoso
se escurre por todo mi cuerpo, cada vez me siento más sucio.
Fruta Prohibida |
Pero no importa, al menos no
hasta que termine. Pronto, cuando aquella fruta no logre saciarme, miraré mi
reflejo y este me devolverá una expresión de ¿arrepentimiento?, ¿duda?, ¿incredulidad?
Soy inteligente, sé que comer
de esta fruta prohibida me traerá muchas desgracias, soy consciente del estúpido
error que estoy cometiendo…; y, aun así, miró en dirección al árbol y busco
ansioso con la mirada que suelte otro de aquellos jugosos frutos.
Sé que está mal, sé que no
debería hacerlo, sé que con cada nueva fruta doy un paso afuera del paraíso,
pero, por el otro lado, ¿es realmente un paraíso el lugar que te cohíbe de
hacer lo que más deseas?
No alcanzo a reflexionar la
pregunta. Frente a mis ojos aparece una nueva y suculenta fruta.
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