Luna sangrienta de octubre |
Me quedo despierto hasta la medianoche.
El frío entume mis huesos mientras la noche se hace cada vez más oscura. Todos
duermen. Incluso los grillos dejan de tocar su orquesta de chillidos.
Salgo descalzo al patio. Se
siente bien la grama húmeda bajo mis pies; es como regresar a un estado
natural, a un momento salvaje. Camino mientras disfruto del silencio y la
soledad.
A los pocos minutos levanto la
mirada. La nube continúa su recorrido y por un instante la noche se llena de
luz. Una enorme luna roja me saluda desde los cielos. Su aura escarlata emite
rayos que iluminan mi cuerpo desnudo. Jamás he visto algo tan hermoso en mi
vida.
La luna llena permanece
proyectando su luz sobre mí, como si supiera que nos hemos citado, como si
fuera consciente de que la he estado esperando.
Levanto mis brazos. Aquel es el
momento para que mi cuerpo sufra la transformación..., pero no pasa nada. Una
nube maldita se cruza en nuestro camino y el resplandor de sangre desaparece.
No sentí nada. No pasó nada. No
hubo ningún cambio. La luna sangrienta de octubre no tiene efecto en mí.
Bajo los brazos y, con ellos, el
cuchillo. La sangre aún gotea de él. Aún puedo sentir los gritos de la familia
que vivía en esta casa de campo.
A pesar de la decepción, no me
echo a lamentarme. Por el momento seguiré buscando excusas para mi demoníaco comportamiento.
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