18/6/17

Cuento: Escrito en Papel

El sueño de Antonio era ser escritor, y, de cierta manera, ya lo era; se le notaba en la forma de hablar, leer y escribir; en el brillo de sus ojos cada vez que su imaginación volaba a lugares fantásticos impresos en papel.

Su deseo era tan fuerte que podía quedarse encerrado durante horas en su habitación escribiendo sobre una sola cosa: un libro que narraba las aventuras de un escritor llamado Amadeus.

La historia de Amadeus era bastante particular. Criado con las tradiciones del campo, nadie le inculcó jamás el amor por la lectura o la escritura; aun así, la necesidad de Amadeus por aprender estas artes, motivado por los pocos libros que pululaban en aquel poblado, era tan fuerte que todas las tardes, de cada día, de cada semana, durante tres años, logró colarse en la casa de una anciana que le leía al sillón vacío de un esposo que nunca regresó de la guerra.

La anciana, como si se tratase de un ritual antiquísimo, se sentaba en su antiguo sofá, se calzaba sus gafas de montura de concha y leía en voz alta su más reciente adquisición.

Amadeus, quien oculto detrás del sofá podía ver las palabras que la anciana pronunciaba, sentía que aquella manera de educarse era tan hermosa que su deseo de aprender se transformó en la necesidad de contar con letras esa maravillosa historia.

Aun cuando la anciana, sin saberlo, le enseñó todo lo que sabía, Amadeus siguió visitándola hasta que un día a la mujer, quien recitaba los últimos párrafos de Cien Años de Soledad, se le escapó el libro de entre sus manos arrugadas para nunca agacharse a recogerlo.

Amadeus lloró durante horas. Cuando, muy tarde, se guardó para sí el último libro leído por la anciana y salió de la casa, comprendió que aquella mujer seguiría viva siempre que él estuviera dispuesto a contar su historia. 

Y mientras su vida avanzaba como una vieja canción que se había escuchado años atrás, el sueño de Amadeus de contar la historia honesta que guardaba en el corazón se vio condimentada por nuevas experiencias que se dibujaron en su futuro.

Cuando, al final de su viaje, descubrió que su búsqueda de inspiración había llegado a su fin, se sintió confiado para conservar en tinta lo que sería una leyenda. Las armas estaban preparadas: los argumentos organizados, tinta y papel a la mano y la necesidad innata de escribir; lo único que faltaba era que su pluma comenzara a rasgar el papel con palabras…

Pero no logró empezar. Mientras sus ideas se escapaban sacudidas por ráfagas de ingenuidad, las preguntas comenzaron a bombardearlo: ¿qué lo estaba deteniendo?, ¿por qué no lograba consolidar el trabajo de su vida?, ¿por qué parecía todo tan irreal en ese momento? De repente comprendió que su vida había sido demasiado perfecta para que tuviera sentido… ¿Cómo era posible que su vida, sus experiencias, los buenos y malos momentos, todos juntos, hubieran evolucionado de tal forma que complementaran la vieja historia de una vieja anciana? Y entonces Amadeus se detuvo…

¿Qué experiencias? Su cuerpo se paralizó ¿Qué vida? Intentó rememorar su pasado, pero solo encontró niebla en sus recuerdos. Su vida era la historia de la anciana y aquello no tenía sentido.

Buscó respuestas en el libro de la anciana, el cual había conservado durante todo ese tiempo, pero sus últimos párrafos hablaban de ciudades borradas por el viento e historias que desaparecerían al terminar de ser leídas.

Y el entendimiento lo golpeó como un rayo: aquella no era su vida porque realmente no era una vida. Su existencia no tenía nada de realidad y tan solo era el origen de la ficción. Él solo era la historia…, el cuento, de alguien más.

Antonio levantó la mirada del papel y observó su alrededor sin ver, pues allí no había nada. En su mundo no existía otra cosa además de él y las hojas de papel. Con un grito de desesperación, comprendió, al igual que Amadeus, que tan solo era la historia de alguien más.


Ahora yo levanto mi pluma y dejo de mirar el cuento que estoy escribiendo. ¿Tal vez seré yo el personaje de alguien que está jugando a ser escritor? 

No hay comentarios: