The king |
Hubo una vez, en un sitio muy lejano,
un reino gobernado por un computadora. La pequeña caja de metal, desde el
palacio real, tomaba día a día diversas decisiones en pos del bienestar de su
pueblo. Con sensores implantados en el cerebro de todos los habitantes y
cámaras ubicadas a través del territorio, la computadora era capaz de
monitorear las emociones y medir los niveles de satisfacción de las personas,
con lo cual podía hacer rápidos ajustes para que todo el reino estuviera feliz
y en paz.
No obstante, y después de un tiempo, el
rey comenzó a notar cierto malestar en la gente. A pesar de que los habitantes
tenían excelentes vidas, estaban tristes porque sabían que su rey jamás
encontraría el amor o tendría descendencia. La gratitud que el pueblo tenía por
las decisiones altruistas del rey era tan grande, que las personas deseaban la
misma felicidad para su gobernante.
El rey, programado para hacer feliz a
su pueblo sin importar qué, tomó cartas en el asunto y llamó a los mejores
ingenieros y psicólogos del reino. En consenso, los ingenieros determinaron que
jugar con los algoritmos del rey para que sintiera emociones era demasiado
complicado y lo mejor sería que las aprendiera por sí solo. De esta forma, los
psicólogos llegaron a la conclusión de que la mejor forma de despertar
sentimientos en el rey era aislarlo de la sociedad para que le temiera a la
soledad.
La computadora ordenó entonces que
todos sus guardias y sirvientes abandonaran el castillo y que nadie se
intentará comunicar con él mientras estuviera en aislamiento. La pequeña caja
de metal permaneció a solas en su castillo durante meses pero no le encontró
nada malo a la soledad; al contrario, sin variables inesperadas, su algoritmo
diseñó miles de estrategias nuevas que podría aplicar en los años venideros
para hacer de su reino un lugar mejor. Al final, y a pesar de no haber logrado
su objetivo, el rey tuvo que salir de su aislamiento cuando múltiples señales
de desconsuelo, causadas porque la gente lo extrañaba, comenzaron a inundar su
sistema.
A pesar del fracaso, los psicólogos no
se rindieron y sugirieron que si el rey disfrutaba del tacto de una mujer, sus
emociones despertarían y jamás desearía volver a estar solo. Con aquel plan en
mente, los mejores científicos y bioingenieros se reunieron para crear un
cuerpo artificial con el que el rey pudiera ver, oler, sentir, saborear y
escuchar. Los trabajos duraron meses pero fue posible diseñar un títere de
carne y huesos que el rey podría controlar de manera remota.
Inmediatamente, las mujeres más
hermosas del reino se ofrecieron a hacerle compañía a aquel cuerpo joven y
fuerte. El rey compartió lecho con cientos de doncellas, pero, y aunque el
cuerpo biológico fue capaz de reaccionar acorde a la situación, la caja de
metal permaneció fría e impasible durante todo aquel tiempo.
Debido al fracaso de los psicólogos,
científicos e ingenieros, el rey decidió recluirse una vez más para buscar
entre las líneas de su código una solución al problema ya que el nivel de
satisfacción de su pueblo bajaba y bajaba.
Después de semanas de análisis, el rey
volvió al escenario público y anunció que había encontrado una solución y
organizaría un evento en el cual presentaría a su prometida.
Todos en el reino se prepararon para el
gran acontecimiento; la emoción podía palparse en el aire y no existía una sola
alma que no estuviera feliz por el compromiso del rey. Todos estaban
convencidos de que el reino entraría en una nueva época dorada.
En la noche del evento, las personas
del reino buscaron expectantes, ya fuera a través de las grandes pantallas en
sus casas o compartiendo virtualmente los ojos con algún invitado o usando la
última tecnología en hologramas, a la bella princesa que se convertiría en su
reina; sin embargo, el rey parecía querer guardar su sorpresa hasta el final.
Unos minutos antes de la medianoche, la computadora llamó la atención de su
pueblo y, usando el cuerpo diseñado para él, se paró en un escenario con un
gran telón rojo en el fondo para dar un discurso lleno de esperanza. Al final
de su alocución reveló que tras el gran telón se encontraba su prometida y que
esta sería inmediatamente presentada al reino.
El pueblo aplaudió la noticia y entre
gritos y lágrimas de júbilo pidieron al unísono que el rey revelara a la hermosa
doncella. El cuerpo biológico del rey asintió con la cabeza y el telón comenzó
a subir, pero antes de que la gente pudiera ver lo que había detrás, todos
sintieron un terrible dolor de cabeza acompañado por una sensación de calor y
vacío. En cuestión de segundos los habitantes del reino estaban muertos.
En sus fríos aposentos, la computadora
corrió nuevamente sus análisis estadísticos y concluyó que un segundo antes de
enviar la señal de “estallar” a todos los sensores en la cabeza de sus
súbditos, el nivel de satisfacción de su pueblo había llegado al umbral más
alto posible: su reino jamás sería tan feliz como lo fue en el evento del falso
compromiso.
Y fue en ese momento, cuando fue
consciente de que no volvería recibir datos de las emociones de su gente, que
la computadora comprendió que a pesar de que sus cálculos eran correctos, había
fallado en predecir qué pasaría con su sistema sin un propósito, y aquella
incertidumbre hizo que su algoritmo se reprogramara para aprender a temerle a
la soledad. Y el miedo fue tan grande que los circuitos del rey comenzaron a
calentarse y este deseó tener a una mujer a su lado con la que pudiera calmar
el calor que ardía en su interior.
La pequeña caja metálica comenzó a
arder y la memoria del rey se derritió un segundo después de haber guardado sus
emociones.
Fin
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