“Caminar es caminar, caminar es todo. Caminar es libertad y realidad. No sé si me hago entender. Caminar es sentir…”, y el trabado se me acerca y continua su perorata.
La verdad, no quiero saber que
es “Caminar” desde el punto de vista de alguien que está muy fumado, pero, por
alguna razón, encuentro su discurso fascinante. Todos los matices de palabras
incoherentes volando por el aire y planeando entre ideas me distraen. Sin que
siquiera lo sepa, me encuentro hablando con el mayor de los eruditos, a un filósofo
que me explica el significado de la vida.
Y mientras sigo caminando, imbuido
por las acertadas frases de mi acompañante, veo mi camino con desafío, alegría
y curiosidad.
Caminar es todo lo que el
trabado dice y mucho más. Caminar es lo profundo en lo mundano, lo cotidiano en
lo inesperado.
Caminando me siento un poco más fuerte, más satisfecho y más inteligente; todo eso un paso a la vez.
Caminando me siento un poco más fuerte, más satisfecho y más inteligente; todo eso un paso a la vez.
“¿Sí me hago entender?”, me
pregunta de repente y me detengo en seco.
Trato de recordar todo lo que
me ha dicho, pero, y a pesar de su importancia, descubro que lo he olvidado.
Las verdades del universo se disuelven en mi cabeza como parte de un hechizo maldito.
Todo se vuelve confuso.
“Pero, Sebas, ¿cómo es que no
lo entiendes?”
Y entonces aquel trabado deja
de ser un desconocido y se transforma lentamente en mi viejo amigo del alma.
Veo reflejado en sus ojos rojos los míos igual de inflamados.
“No lo entiendo porque”,
respondo, “, marica, yo estoy igual de trabado que usted.”
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