Cierro
mis ojos y escucho los aleteos. Lo sé. Lo noto. Miles de ellas vuelan sobre mí
en la oscuridad.
Estas
termitas no me dejan dormir. Corroen mi mente al igual que la madera que tanto
desean. Me arrastran a la locura cada mañana y dejan miles de alas dispersas
por toda la habitación.
Cuerpos
ausentes. Alas sin dueño que se acumulan abandonadas a su suerte como todas
esas ilusiones que tuve de pequeño. Tantas esperanzas, tantas oportunidades que
ahora yacen en el fondo de mi cabeza como lo hacen todas esas alas en el piso.
No
quiero prender la luz. En la oscuridad oigo el aleteo, sin embargo, no deseo
ver las termitas que me privan de mi sueño. No quiero tener más fantasmas en
mis pesadillas, sombras de todas esas quimeras rotas…
Luz en la oscuridad |
¡No! ¡No
debo pensar de esa forma! Debo creer que hay un mañana lleno de nuevas esperanzas,
un futuro donde no hay alas esparcidas en mi habitación.
Es tiempo
de crear un nuevo amanecer. ¡Uno bueno! Un mañana repleto de riesgos que estoy
dispuesto a afrontar. Un futuro en el que estoy preparado para soñar.
¡Sí!
Eso es lo que haré. Y debo empezar a construirlo ahora mismo.
Me
levanto y prendo la luz. Los aleteos cesan y no hay terminas a la vista. Mis
miedos se han ido. Finalmente puedo encontrar la paz.
Y
mientras apago la luz no me percato de la cucaracha que me observa satisfecha
desde la pared.
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