La muerte de Umberto Eco es una noticia
muy triste para el mundo de la literatura. De hecho, la semana pasada estuvo
llena de lamentables noticias, pues también murió Harper Lee, la autora del
famoso libro Como matar a un ruiseñor. A pesar de que esta escritora
también debería tener una entrada en este blog, la verdad, nunca he leído
ninguno de sus libros, así que no hay mucho que pueda decir sobre ella. Es por
eso que me enfocaré en Umberto Eco, un autor que conocí un poco mejor.
Umberto Eco nació en el norte de Italia
en 1932. Se doctoró de filosofía en la Universidad de Turín en 1954 y escribió
su primera novela El Nombre de la Rosa en 1980.
Eco fue aclamado como un gran semiólogo,
filósofo, crítico literario y escritor. Personaje directo, de comentarios
mordaces, y siempre cargado de opiniones – con sus argumentos – acerca de
diversos temas de la sociedad actual.
Yo conocí a Umberto Eco de la misma forma
que la mayoría: a través de El Nombre de la Rosa, la cual sería su
novela más popular vendiendo más de 50 millones de ejemplares en todo el mundo.
Aunque pasé mucho tiempo queriendo leer su opera prima, nunca saqué el
tiempo o tuve la oportunidad de enfrascarme en su lectura; aun así, el nombre
de ese libro y su autor se quedaron en mi cabeza durante muchos años.
Fue así como, durante mi época de
estudiante de periodismo, me encontré nuevamente con él. Durante una clase de
Redacción Literaria la profesora nos pidió escoger a un columnista que nos
gustara para realizar el análisis de tres de sus columnas. De inmediato, escogí
la columna de Umberto Eco en El Espectador – la verdad nunca he sabido si la
columna de Eco es realmente de él, o es el periódico tomando las columnas de
otra parte -, y de esta manera logré conocer un poco más de este autor. Leí Si
es que es tu verdadero nombre (29 de Julio 2012), ¿Acaso no tenemos
vergüenza? (16 de Septiembre de 2012) y Personajes Sospechosos (29
de Septiembre).
Via Wikipedia |
La primera columna habla acerca del robo
de identidades en Internet, la segunda gira alrededor de la necesidad de las
personas de ganar popularidad, aun si eso significa sacrificar la dignidad; y
la tercera trata acerca de las imágenes que los medios de comunicación venden y
como la sociedad intenta imitarlas. Las tres columnas tienen como eje central
la cultura popular y el uso de las nuevas tecnologías.
A través de ellas me di cuenta que
Umberto Eco, a pesar de su edad, estaba muy interesado en cómo las redes
sociales y el mundo actual afectaban la personalidad y comunicación de las
personas. Eco tenía mano dura para criticar los nuevos medios (a veces sonaba
decepcionado de las nuevas generaciones), pero era abierto a aceptar los
cambios bajo ciertas condiciones.
De Eco aprendí a no confiar demasiado en
la red, no hablar o criticar abiertamente de las cosas sin conocer primero los
detalles, y a tratar de ser genuino, independiente de si a la gente le gusta o
no.
Con esa primera impresión me senté
finalmente a leer El Nombre de la Rosa y me encontré con una obra
maestra única. Un libro tan lleno de detalles y matices como de reflexiones
acerca del mundo, la sociedad y, especialmente, la religión.
Via TheGuardian.com |
Umberto Eco fue capaz de escribir una
buena novela sin usar ninguna fórmula ganadora, al contrario, diría que en más
de una ocasión transgredió esas normas del éxito. Fue capaz de marcar su propio
estilo y de compartir sus opiniones de una forma intelectual pero entendible a
todos los niveles (lo cual es muy difícil para un catedrático).
Después de leer sus
columnas y su primera novela me sentí muy identificado con él, con su manera de
ver el mundo. Eco se convirtió en una inspiración y se ganó toda mi admiración
como escritor.
Muy bien dicen por ahí que con la muerte
llega el éxito. Me veo, al igual que muchos después de su muerte, yendo a
diferentes librerías a buscar sus otras novelas (El Péndulo de Foucault,
El Cementerio de Praga, Número Cero, etc.) y leyendo su legado a
la humanidad.
Umberto Eco fue un gran escritor, uno de
esos extraños críticos que le daba una oportunidad a todo y uno de los más
grandes pensadores de la época. Su muerte es una gran pérdida para la humanidad
que, de ahora en adelante, seguirá recordando su nombre al igual que lo hace
con el nombre de esa flor llamada rosa.
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